Qué tal bienvenidos a una transmisión más de ascensionmd.com, te saludamos con gusto y continuamos con las historias de chamanes y maestros, en esta ocasión vamos a conocer a doña Laura, una de las maestras del doctor Alberto Villoldo. Esta historia la puedes encontrar completa en el libro Chamán Sanador Sabio que escribió el mismo Alberto como parte de sus experiencias en las montañas del Perú y la selva del amazonas, Alberto nos relata de la siguiente forma:
Doña Laura era la compañera chamana de Antonio mi maestro, ambos habían aprendido su arte en el altiplano y habían tenido los mismos maestros, luego Antonio se había ido a la ciudad pero ella se había introducido aún más en las montañas y vivía por encima de la zona de nieves perpetuas cerca del monte Ausangate, la montaña sagrada de los incas. Doña Laura era una anciana endiablada, una de las personas más temibles que yo haya conocido jamás.
Doña Laura era una mujer que te atravesaba con la mirada y a la luz de una vela sus rasgos parecían transformarse, su nariz se convertía en un pico gancho y sus ojos semejaban los de un halcón, ella no estaba de acuerdo con que Antonio me hubiera aceptado como discípulo y le decía que “las suyas eran costumbres solo de los indios”, después de que yo completara mis ritos de paso para convertirme en un Kurak akuyek, hasta este punto sería cuando doña Laura dejaría de llamarme muchacho y nos haríamos amigos, nunca me tomé sus desprecios como algo personal, ella era muy dura con sus propios discípulos a los que golpeaba con un palo cuando cometían algún error, especialmente tonto y así, al mismo tiempo lograba sacarles una sonrisa por breve que fuera.
Convivir con ella era más valioso que las alabanzas de cualquier otro maestro, ella era la jefa de las sociedades de hombres y mujeres medicina con el mismo rango y categoría que don Antonio y era capaz de cambiar de forma física mientras que la mayoría de los chamanes sólo podían viajar con la forma de un espíritu de águila, o de jaguar en sueños, Laura podía hacerlo mientras estaba despierta a la luz del día, era capaz de fundirse con un cóndor y hacer volar a voluntad suya a la gigantesca ave sumergiéndose entre barrancos o volando, a varios kilómetros por encima del suelo contemplando el paisaje que se abría más abajo y en una ocasión, a los pies del monte ausangate, uno de sus discípulos la desafío, un indio bajito y gordinflón llamado Mariano que tenía un gran sentido del humor y un don especial para recoger plantas medicinales pero que solía hacer mal todo lo demás, – cómo puedo saber que está usted de verdad dentro del cuerpo del cóndor y que no se lo está imaginando? le pregunto Mariano a la anciana, yo me encontraba 3 o 4 metros, más abajo en un campamento con don Antonio, el ambiente se electrizó repentinamente y ví una tenue sonrisa dibujarse en el rostro de Antonio, todos sabíamos bien lo que significaba desafiar a la anciana de modo que prestamos mucha atención a su respuesta, – existe alguna diferencia entre realidad e imaginación? respondió en un tono suave doña Laura, todos nos miramos decepcionados.
¿quién está listo para venir al mundo para traer belleza y curación?
Se aproximaba el crepúsculo y media docena de nosotros salimos a recoger matojos y excremento seco de las llamas que se utiliza como combustible en las zonas más altas de las montañas, media hora más tarde estábamos todos de vuelta en el campamento salvo Mariano, la mayoría de los discípulos de Laura eran mujeres y ella les había dado nombres también de mujer a los dos discípulos varones que tenía, nombres que pronunciaba cuando ellos no estaban presentes, – donde ésta María? preguntaba divertida, a lo mejor se ha perdido dijo una por lo bajo, yo hubiera dicho que Antonio se estaba empezando a preocupar, era invierno y estábamos en la segunda montaña más alta de sudamérica, en poco más de media hora la temperatura caería por debajo de cero, Antonio nos hizo una señal a mí y a otro hombre para que saliéramos a buscarlo pero cuando estábamos saliendo del campamento vimos venir a Mariano tambaleándose, llevaba la cara ensangrentada y a duras penas se mantenía en pie, busque el botiquín de primeros auxilios que guardaba en el fondo de mi bolsa para situaciones como aquella, a mi mentor no le gustaba utilizar medicinas occidentales pero en aquella altitud no crecían plantas medicinales, estábamos tan por encima de la línea de los árboles que no había a la vista plantas de ningún tipo. Nos hallábamos en medio de un paisaje estéril y helado salpicado de afloramientos rocosos. Metimos a Mariano en nuestra tienda y vimos que tenía rasgada la espalda de su abrigo, el relleno blanco de éste estaba manchado de sangre, el corte había atravesado la ropa y le había desgarrado la piel, dejándole tres profundas heridas en la espalda parecidas a las que hubiera podido dejar las garras de un animal, le preguntamos a Mariano qué había pasado pero lo único que hizo fue menear la cabeza y decir que se había caído y se había hecho un corte en la cara con el hielo, más tarde aquella misma noche casualmente vimos cómo se disculpaba con doña Laura, al parecer un cóndor gigantesco había bajado en picado desde el cielo y había intentado llevárselo, se sabía que los cóndores serán capaces de arrebatar del suelo ovejas adultas para llevárselas volando entre sus garras y arrojarlas desde las alturas con el fin de darles muerte entre las rocas.
Con los años doña Laura y yo nos haríamos amigos.
Un día me dijo que el secreto del cambio de forma estriba en darse cuenta de que tú no eres diferente de ninguna otra cosa en el universo, ni mejor ni peor y en cuanto comprendes en lo más profundo de tus células que eres exactamente lo mismo que todo lo demás, que no eres más importante que un insecto ni menos importante que el sol, ahí puedes cambiar tu forma y adoptar la que desees, sea un cóndor, o un árbol, puedes incluso hacerte invisible a los demás, ella me dijo que el chamán tiene que dominar el arte de la invisibilidad con el fin de no llamar la atención sobre sí mismo, Antonio había llegado a dominar este arte, él era invisible para la iglesia católica, nadie sabía quién era de modo que era libre para cambiar el mundo, tú puedes conseguir lo que quieras me dijo Laura en una ocasión, siempre y cuando estés dispuesto a dejar que los demás se lleven las medallas.
Y bueno, hasta aquí la historia de doña Laura, esperamos que haya dejado una semilla de aprendizaje y reflexión para tu vida, síguenos en nuestras redes sociales, continúa pendiente de nuestras publicaciones, más adelante seguiremos compartiendo historias como está, ha sido un gusto saludarte y recuerda que tú vales y tú mereces, un saludo y bendiciones.

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